La ciudad occidental, según Pirenne

La ciudad occidental, según Pirenne

La ciudad occidental, según Pirenne

José Miguel Gutiérrez y Herrera

En principio, no existe diferencia radical entre Max Weber y Henri Pirenne respecto al derecho urbano o derecho a la ciudad, sino una extrañeza. Aunque este último confirmó 20 años después las tesis weberianas ―sin dejar de corregirlas en puntos selectos y con el rigor científico que un historiador debe exponer ante un sociólogo―, su idea central es otra: la ciudad emergente de los albores del segundo milenio D.C. se funda como un derecho corporativo, cuya impronta es la mutación definitiva de la civilización occidental. Ahí, donde el feudalismo es más nítido, ahí enjambran las ciudades, y éstas son tantas que el derecho a actuar con libertad en su interior se generaliza hacia el campo, donde por usos y costumbres dominaba de forma absoluta la servidumbre. Su actividad es tal que, una vez instalado el Estado moderno absoluto como imperio (España) o Estado nación (Francia e Inglaterra), se las subyuga. Sin embargo, el derecho urbano ―una vez instituido en la sociedad― será arrogado en los siglos por venir como un derecho natural, esta vez socavando radicalmente al feudalismo y al Estado monárquico absoluto. Tal proceso fundante se acrisola en el norte de Italia, con Venecia y Génova a la punta, y tiene un efecto transalpino, cuyo punto mayúsculo de resonancia es Flandes. Pero ¿cómo?, entonces ¿la Edad Media no era oscurantista? La alta y baja Edad Media, al parecer, no.

El argumento central de Pirenne es que la temprana Edad Media empezó no con la caída del Imperio Romano, sino con la presencia fulminante de los árabes en el Mar Mediterráneo, con cierta excepción de Bizancio que defiende para sí las costas del Mar Adriático y hace posible Venecia, o sea un eje marítimo. Empero, el comercio en la cuenca mediterránea se perdió, y con ello las viejas ciudades, que entraban en decadencia o permanecían cual esporas, hasta que el Mar Mediterráneo paulatinamente es recuperado por la cristiandad y los árabes entran en reflujo. Los siglos XI, XII y XIII fueron el marco temporal del renacimiento de las ciudades… Y he aquí las consecuencias, porque cuando se habla de la oscura Edad Media ¿de qué se trata? Al menos: una noche iluminada por espléndidas estrellas, cuyo arte gótico nos alumbra como Aurora Boreal. Me parece que sí. Y por ello se le admira como un arte excelso, muy a pesar de los prejuicios iluministas del racionalismo que en muchos sentidos ha sido un fondo “más oscuro” que aquél. Y dígame lector: ¿cómo podía ser de otro modo?, si aquel arte que alcanzó los cielos expresaba a su manera su propia modernidad.

Con razón Francis Oakley en su obra Los Siglos Decisivos pregunta: ¿cuál oscurantismo? Si el milenio naciente, contra el milenarismo que profetizaba el fin, se abre a partir del siglo XI, pleno de posibilidades de humanidad, justo porque abarca ―en la baja Edad Media― desde las ciudades hasta la vida monástica, en cuya tensión emergen las primeras universidades en medio de un debate de preguntas universales, en las que la escolástica se tomó en serio el reto, y se dispuso a hacer pasar su principal cuerpo de dogmas por pruebas lógicas. Así, entre la Suma teológica y el rasero de Ockham (Guillermo de Ockham), se abre en corto tiempo una segunda mutación: el pensamiento universal. Y en tal entorno efervescente, el pensamiento fluye.

Entre la catarata de dudas, al menos hay una certeza: la modernidad no es en modo alguno una civilización superior ―sólo en técnica― a la Edad Media. Y ninguna de ellas es superior o inferior a la Antigüedad. Dado que los intereses son variables y evolucionan, cual círculo dialéctico, de la acumulación de poder en su cenit a la destrucción masiva en su nadir. En cambio, los valores humanos son constantes, se auto imponen a las eras como imperativos categóricos (Kant); trascurren siempre los mismos.

Buena enseñanza para los urbanistas: las ciudades no son cúmulos de cosas, casas o gentes, sino paradigmas de solidaridad humana.

miguel.gutiérrez@agendaterritorial.com

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Miguel Gutiérrez y Herrera - Creador de Agenda Territorial. Autor Destacado
Maestro en Desarrollo Urbano y Arquitecto. Participó en la defensa del Patrimonio Arquitectónico del Atrio del Templo de Santo Domingo y del Hospital de San Pedro, en el modelo de intervención del Centro Histórico y en la revista Cuetlaxcoapan. Ha participado como analista y asesor de diferentes niveles de gobierno. Ha publicado diversos libros sobre temas históricos y urbanos.

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